La crueldad de los análisis, la participación en los sentimientos y el ímpetu visionario se entretejen y se confunden en este retrato terrible y cautivador de una moderna Babilonia [...] El hecho de que él exprese sus opiniones y sus condenas con una profunda participación en la humanidad de sus personajes -incluso los más despreciables- y que, poniéndose en su lugar, descubra sus mismas razones, es otra señal de la vitalidad, de la fuerza y de la piedad que su película posee de manera elevada.

Esta película - una de las películas más terribles, más elevadas y, a su manera, más trágicas que hemos podido ver en una pantalla- , es la kermés de todas las falsedades, las mistificaciones, las corrupciones de nuestra época; es el retrato fúnebre de una sociedad en apariencia todavía joven y sana que, como en las telas de la Edad Media, baila con la Muerte y no la ve. Es la "comedia humana" de una crisis que, como en los dibujos de Goya o en los cuentos de Kafka, está convirtiendo a los hombres en "monstruos" sin que estos tengan tiempo para darse cuenta[...] ¿Polémica, símbolo, alegoría, acta de acusación? Nada de todo esto. Fellini ha querido alejarse de la obra "con tesis", ha evitado de manera rigurosa las entonaciones programáticas, retóricas, moralístas y ha preferido describir los "monstruos" contemporáneos de hoy [...] Y lo ha hecho con una potencia dramática, un ímpetu, una novedad de lenguaje que, a pesar de la debilidad de algunos episodios (a veces demasiado marcados, demasiado descubiertos o desagradables), hacen que esta película sea, sin ninguna duda, una las obras de arte más "modernas" del cine.

Raramente, las múltiples posibilidades que tiene el cine (imágenes, diálogos, música, interpretación de los actores, montaje, ángulo de toma, profundidad y amplitud de campo) han sido asociadas de manera tan acertada y completa, utilizadas con tanta fuerza [...] Pero, al mismo tiempo, esta perfección técnica no quiere imponerse, no es la de un virtuoso [...] El cine más puro, más audaz está [en La dolce vita] al servicio de una de las visiones más profundas, más originales de nuestra época. Las dos grandes tendencias de la escuela italiana, la tendencia a quitar el cine de la novela de Zavattini y la tendencia a expresar -con una búsqueda encaminada cada vez más hacia la verdad- el más allá del presente vivido de Rossellini, se han reunido.